miércoles, 29 de mayo de 2013

EL “DERECHO” AL CLASISMO

Hay noticias que no deberían serlo. Al menos no tanto. Sucede que muchas veces la atención pública se concentra en asuntos superfluos y de relevancia secundaria. La llamada “Lady de La Reforma” es un ejemplo claro. Eso sí, casos como la destrucción de San Antonio Ebulá en Campeche y el desplazamiento forzoso de sus pobladores son desconocidos por el grueso de la población (por cierto, este agosto se cumplen tres años de lo sucedido). Sin embargo, el caso del famoso video de Luz María Beristain (“Lady Senadora”, según las redes sociales) me parece que es digno de algunos comentarios. 

Desconozco si la senadora perredista tenía razón en sus quejas. No sólo es un aspecto que le corresponde determinar a la PROFECO, sino que no es de mi interés. Lo que sí es de interés es la prepotencia con la cual se dirigió a una empleada de la aerolínea. Más más alarmante que sus argumentos (ilógicos según lo que leí, según lo que entendí), es que agreda a empleados que únicamente cumplían con la normativa a la que están sujetos. Sin emabrgo, la actitud prepotente de Beristain no es algo insólito en una sociedad clasista como la nuestra. No es poco común que algunas personas confundan el derecho del consumidor a quejarse de un alegado mal servicio a una supuesta facultad para actuar con prepotencia hacia los empleados. Seguramente no nos parecerán ajenos casos de clientes haciendo referencia a su educación, empleo o posición social para demostrar que da igual lo que puedan decirle los empleados: ellos poseen la razón aunque no la tengan. 

Recordemos que, normalmente, los que tienen trato constante y directo con los clientes son los trabajadores que se encuentran en la escala jerárquica más baja y con los menores salarios, cuyas tareas se limitan a seguir las indicaciones de sus supervisores, así sean lógicas o ilógicas, puedan parecernos o no. Ellos son los que no pocas veces son calificados como “nacos”, “indios”, “chacas” o cualquier otro adjetivo clasista que los clientes prepotentes quieran darles. “Por naco no entiende” o “ese muerto de hambre que no hace bien su trabajo” son ejemplos de lugares comunes. Y poco tiene que ver si el empleado tiene o no la culpa: el clasismo es despreciable e injustificado siempre. 

Así que, si tanto escandaliza el video de la senadora Beristain, reflexionemos si no estamos a su mismo nivel al interactuar con empleados de cualquier establecimiento. Aunque a ningún medio le interese, aunque nadie nos grabe para subirlo a internet, igual de vulgares y agresivos seríamos si fuera. Se puede exigir sin atropellar a los demás.

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