lunes, 22 de octubre de 2012

LA MEMORIA DETRÁS DE LA ESTATUA

El lector ahora mismo no está leyendo, sino recordando. No se encuentra leyendo estas líneas como un todo. Va palabra por palabra, recordando la anterior para darle sentido al texto y construir ese instante al que llamamos “presente”. Todo lo que pareciera actual es realmente un recuerdo constante. Nuestra memoria es el presente de nuestro pasado y la clave final para darle sentido a lo que somos hoy día. Nos da sentido a nosotros mismos y construye nuestra identidad. Ese carácter constante y estructuralista de la memoria adquiere una mayor importancia cuando hablamos desde la colectividad. ¿A quiénes recordamos como pueblo? ¿Por qué los recordamos? ¿Cómo recordamos? Estas son algunas de las preguntas que sobrevuelan la polémica construcción de una estatua a Heydar Aliyev en el bosque de Chapultepec de la Ciudad de México. 

Heydar Aliyev se sirvió de la Masacre de Joydalí - por la cual también se construyó un memorial en la capital mexicana - para agudizar su discurso anti-armenio y apaciguar las denuncias de represión y autoritarismo emitidas por la oposición azerí y organismos internacionales en materia de derechos humanos. De ahí que la administración de Ilham Aliyev – hijo del difunto dictador y actual presidente – se empeñe en construir en distintos países memoriales a Joydalí y estatuas que rediman la imagen de su padre. México es el decimocuarto país donde lo logra. 

La figura de Heydar Aliyev ha dividido a la sociedad de Azerbaiyán. Por un lado, sus simpatizantes recuerdan al presidente que defendió los intereses nacionales contra “el peligro” armenio y buscó modernizar el país. Por el otro, la oposición, los exiliados y las víctimas de su gobierno, ven a un dictador y represor autoritario. Ahí descansa la complejidad de este proceso de memoria. 

Mi opinión personal: no veo incorrecto permitir un memorial a las víctimas de Joydalí. Claro, eso debiera apurarnos en México a realizar sitios para las masacres de nuestra propia historia, pero no lo veo mal… en principio. Habrá que ver cómo se está reflejando esa tragedia en el memorial. No se trata sólo de definir qué recordar, sino cómo recordarlo. Sobre la estatua a Heydar Aliyev, mi postura es categórica: ningún memorial a ningún dictador en ningún lugar del mundo. La impunidad histórica es el clímax de toda violación a derechos humanos.

lunes, 15 de octubre de 2012

LA GUERRA SUCIA EN MÉXICO

La Guerra Sucia fue una política de Estado relacionada con un conjunto de medidas de represión militar y política para disolver la oposición en nuestro país, la cual fue dirigida por las instancias gubernamentales hacia los movimientos sociales y armados surgidos en México en los años sesenta y setenta, específicamente durante las presidencias de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. Este capítulo, actualmente desconocido para la mayoría de los mexicanos, dejó víctimas tanto en la disidencia política urbana (como sucedió durante las Matanzas de Tlatelolco y del Jueves de Corpus) como en grupos indígenas de zonas rurales (como es el caso de la desaparición forzada de Rosendo Radilla). Distintas agrupaciones de derechos humanos han contabilizado al menos 1,200 desaparecidos durante esa época. La Fiscalía Especial para la Atención de Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP) habla de al menos 643. 

Desde aquellos años, un colectivo de madres de desaparecidos ha exigido que aquel terrorismo de Estado no quede impune ante la historia. Su insistencia dio, a principios de este año, un paso trascendental: la inauguración del Museo Casa de la Memoria Indómita. 

Ese edificio - ubicado sobre la Calle Regina 26 en el Centro Histórico de la Ciudad de México - es un espacio con documentos, fotografías y objetos relacionados con las desapariciones forzadas ocurridas en nuestro país durante la Guerra Sucia. No es de extrañarse que su apertura haya pasado casi desapercibida para los medios de comunicación. La historia de los desaparecidos en México ha sido silenciada durante décadas, convirtiéndose en una memoria difusa. Este espacio es una oportunidad para darle nombres y apellidos a una memoria distinta a la de la historia oficial: la de las madres que no se han rendido en su batalla contra el olvido. 

Valdría la pena considerar este sitio como una visita obligada para todo aquél que se encuentra en el Distrito Federal. Es lo menos que cualquier mexicana o mexicano puede hacer para sí y su país: ejercer su derecho a la verdad mediante el proceso de la memoria, buscando dar cumplimiento a aquella exigencia que ha sido compartida por todos los pueblos a América Latina: “Nunca más”.