lunes, 17 de septiembre de 2012

¿PROTEGEN LOS DERECHOS HUMANOS A LOS CRIMINALES?

Los derechos humanos son los límites que se interponen entre la fuerza del Estado y el individuo con el fin de salvaguardar la integridad de éste. Respetar, garantizar y proteger estos derechos son obligaciones independientes a la acción punitiva del Estado en contra de quienes cometen delitos. 

Si bien no ha faltado quien afirme que los derechos humanos permiten la impunidad del procesado en detrimento de los derechos de las víctimas del delito, no podemos pasar de vista que gran parte de los países con menor índice de impunidad y con sistemas de justicia eficaces son normalmente los mejores calificados internacionalmente en materia de derechos humanos durante los procesos penales. No es imposible, entonces, garantizar los derechos humanos y evitar la impunidad. Garantizar los derechos humanos únicamente determina la salvaguarda de la persona humana, no el resultado final del proceso. 

Los mexicanos no estamos acostumbrados a un sistema penal que respete los derechos humanos. El concepto de un “presunto culpable” erigió en nuestra sociedad el prejuicio de que todo aquel que se encuentre sujeto a un proceso penal es per se un criminal que no merece la más mínima consideración. La realidad es otra. Respetar los derechos humanos del individuo durante el proceso no es concederle privilegios o prerrogativas de impunidad, sino otorgarle a él y a la sociedad las medidas básicas para que el Estado no se convierta en un victimario más: derecho a defenderse por sí mismo o asistido por un abogado, a no declarar en su contra, a no ser torturado, a no ser detenido sin orden judicial previa, entre otros. No veo en qué forma cumplir con estas obligaciones impida que una persona sea sentenciada de forma justa por los crímenes que haya cometido. Lo contrario sería decir que nuestras autoridades son incapaces de realizar una investigación sin generar un daño a la población, cosa que no creo. 

Permitir que en un caso se vulneren estos derechos es aceptar que se repita en el futuro. El hecho de que, en ciertos casos, esta vulneración por parte de las autoridades genere que los sospechosos sean liberados, no es culpa de los derechos humanos, sino de la falta de exigencia hacia las autoridades para que realicen un trabajo conforme a derecho. Garantizar o no los derechos humanos no debiera ser, entonces, materia de discusión.

domingo, 9 de septiembre de 2012

CHILE Y LA LUCHA CONTRA EL OLVIDO

El derecho a la verdad ha ganado un lugar importante en el ámbito del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos. Consiste en la obligación del Estado de investigar, procesar y castigar a los que resulten responsables de graves violaciones a los derechos humanos y revelar a las víctimas y a la sociedad toda la información producto de sus investigaciones. Este derecho ha adquirido un papel fundamental en los procesos de democratización en América Latina, obligando a muchos gobiernos a adoptar la reconstrucción de la memoria como política de Estado. 

En Chile, por ejemplo, la creación de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación no sólo aportó información valiosísima para evidenciar el terrorismo de Estado realizado durante la dictadura de Pinochet (testimonios, documentos oficiales, material multimedia, entre otros) sino que dejó los cimientos para erigir una conciencia nacional acerca de lo padecido durante diecisiete años. Otro de los hitos más importantes durante esta lucha contra el olvido en Chile fue la construcción del Museo de la memoria y derechos humanos, el cual tiene entre sus objetivos crear un futuro nacional a partir de la reconciliación con el doloroso pasado. Y así, podríamos enumerar muchos otros ejemplos de políticas de la memoria en la experiencia chilena. 

El olvido es una de las armas más poderosas de un régimen autoritario. Por eso toda transición a un gobierno democrático exige garantizar plenamente el derecho a la verdad. No se trata de un encadenamiento al ayer, como argumentan los críticos de este tipo de políticas, sino su esclarecimiento. Es garantizar el derecho de los muertos a ser enterrados con dignidad y justicia, y el derecho de los vivos a un futuro en paz. 

Este martes se cumplen treinta y nueve años del Golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende. Si bien el dolor de las víctimas y familiares es prácticamente irremediable (aún con el paso de los años), el avance chileno en la creación de políticas de la memoria y procesos de reconstrucción del pasado – los cuales ayudan a construir el futuro – es envidiable en otras partes del mundo. Quizá valga la pena que tomemos nota en México.