jueves, 10 de septiembre de 2009

Inventando paisajes

Para Edel, por dejarme más dudas que respuestas

Edel Navarro trabaja como cantinero en uno de los barrios más pobres de la Habana. De mañana, cuando aún no ha abierto el bar, utiliza su pequeña motocicleta de los años sesentas para hacer las veces de transporte público informal. El dinero es escaso y la necesidad abundante como la jerga de los taxistas no oficiales que, al igual que él, tienen que inventar el negocio; es decir, hacerlo bajo el agua.

Por las noches, Edel suele probar suerte con su caña frente al malecón. Como técnica rudimentaria utiliza un preservativo inflado para amarrarlo a la altura del anzuelo, con la intención de que el viento lo empuje a una distancia donde la profundidad facilite el botín nocturno. Para él comprar un preservativo resulta bastante económico, ya que vive en un país cuyo gobierno apuesta todo por facilitar la salud pública a toda la población.

Mientras espera, observa la sombra del horizonte ahora indivisible por la oscuridad. Sabe que del otro lado del golfo se encuentra Estados Unidos, país donde nunca quisiera poner un pie en su vida. También sabe que en dirección opuesta se encuentra México y Centroamérica, donde tiene algunos familiares. Quizá al noroeste se encuentre la línea recta que marque la dirección a destinos como Londres o Estambul. Sabe bastante de esos lugares, puesto que ha aprendido de historia universal desde que estaba en la primaria y ahora ostenta un titulo de historiador.

¿Qué hará a Edel pescar todas las noches cuando ni siquiera puede ver los límites entre el mar y el cielo estrellado? Muy sencillo, - me explicaba – porque es la única vista del globo terráqueo que podré presumirle al sol cuando regrese de su larga travesía por la mañana .