martes, 30 de noviembre de 2010

ENTRE LA DIPLOMACIA Y WIKILEAKS

Is there a time to run for cover,

a time for kiss and tell

- U2

Este domingo las filtraciones de comunicados entre el Departamento de Estado estadounidense con sus embajadas en todo el mundo dieron origen al mayor escándalo diplomático del recién nacido siglo veintiuno. Los cerca de dos mil seiscientos cables oficiales han provocado reacciones múltiples entre los distintos gobiernos, obligando incluso a Barak Obama y Hillary Clinton a tener que dar personalmente declaraciones sobre el contenido de esta fuga de documentos. A pesar de ello, me llama mucho la atención que la cobertura de los medios respecto a este tema se ha centrado en los datos ventilados más superfluos y absolutamente irrelevantes. Entre lo que más se ha mencionado en periódicos, televisión y radio, figuran el interés de Hillary Clinton por investigar la salud mental de Cristina Fernández de Kirchner, reportes de que el presidente libio Muammar Gadafi utiliza botox, las fiestas dionisiacas de Silvio Berlusconi (que de por sí eran todo menos información secreta) o la comparación que la diplomacia estadounidense hace del primer ministro ruso (Vladimir Putín) y el presidente ruso (Dmitir Medvedev) con Batman y Robin, respectivamente. Si bien este tipo de declaraciones no dejan de ser vergonzosas para la política exterior de Washington y llamativas para el público en general, tienen como única utilidad alimentar un morbo superficial y mundano, digno de cualquier número de Vanidades o TVyNovelas. Me preocupa que, en cambio, prácticamente no haya figurado en estos reportes la información que sí es alarmante y que sí tiene repercusiones serias para la estabilidad diplomática, no sólo de Estados Unidos, sino del mundo.

La información de Wikileaks puede resultar inoportuna para la política global de nuestros tiempos. No es cosa menor que entre esos documentos se diga que el rey de Arabia Saudita haya externado, de manera clandestina, su preocupación por el poder nuclear de Irán, manifestando apoyo a los Estados Unidos para intervenir futuramente en este país persa. Resulta delicado, también, que se publiquen supuestas declaraciones del gobierno de Brasil reconociendo que desde años conoce la presencia de elementos de las FARC en Venezuela o que, a pesar de lo que se ve externamente, China haya dejado de ser aliado de Corea del Norte y haya aceptado apoyar, con ciertas reservas, a Estados Unidos para la unificación de las dos coreas bajo el mando del gobierno de Seúl. Información de este tipo puede marcar el inicio de nuevos conflictos políticos y militares o incrementar la tensión en los preexistentes.

En el caso de nuestro país, trescientos treinta y nueve de estos comunicados contienen información de México (tres de ellos provienen de la embajada estadounidense en Mérida). Hasta el día de hoy, sólo se han publicado unos cuantos, los cuales contienen información de escasa o nula trascendencia, como declaraciones del presidente de Siria sobre el problema en nuestra frontera y el gusto bueno de Washington para que Norberto Rivera hubiese sido electo Papa en 2005. Sin embargo, se ha informado que saldrán a la luz algunos de suma trascendencia sobre la guerra contra el narcotráfico, supuestos diálogos para una posible participación del ejército estadounidense en suelo mexicano e incluso asuntos relacionados con Pemex. Mientras no se tengan los cables disponibles en línea, habrá que esperar para conocer la veracidad de lo anterior. Después de todo, recordemos que junto con todo escándalo viene, como efecto secundario, una paranoia colectiva inevitable.

Alrededor de este contexto, se ha generado un debate muy sustanciosa sobre el alcance del derecho a la transparencia e información pública de los gobiernos. ¿Es Wikileaks un modelo de la lucha por estos derechos? Aún me cuesta postularme en alguna posición. Reconozco el valor y el beneficio que ha causado este portal al desenmascarar públicamente al gobierno de Estados Unidos en el pasado, como lo hizo con la publicación de informes confidenciales donde se demuestra la aquiescencia del Pentágono en el uso sistematizado de tortura en Irak y Afganistán, así como el video en el que se puede ver como un helicóptero apache manejado por soldados estadounidenses asesinan a reporteros de Reuters. Cuando se trata de desenmascarar o desmentir las políticas y acciones gubernamentales que, por su naturaleza, resulta de trascendental importancia que sean expuestas al conocimiento público, me parece que es justificable optar por la transparencia de información, aunque esto resulte un tanto radical. Pero en algunas situaciones resulta un poco más delicado. Ciertas acciones gubernamentales en planificación pueden llegar a tener, si son previamente reveladas, consecuencias casi o igual de peligrosas que al concretarse (dígase la situación de Arabia Saudita, Venezuela, Corea del Norte y México, descrita anteriormente). Aunque, en el presente caso, me cuestiono qué tan segura es la seguridad nacional propuesta por Estados Unidos o qué tan estables resultan los medios con los que dicen mantener la estabilidad social y política del mundo.

Personalmente, no dejo de oscilar entre la aprobación y la crítica a los creadores de Wikileaks. De cualquier forma, resulta un debate verdaderamente interesante. Se trata del derecho a la libre circulación de información y a la transparencia política en conflicto con valores considerados de excepción a estos derechos, como la seguridad nacional o la estabilidad social y política. ¿Qué debe preexistir: el derecho y obligación de los gobiernos a mantener información secreta o el derecho y obligación de los civiles de difundir y tener acceso a la información de sus gobiernos?

Epílogo: Decimosexta Conferencia de Cambio Climático en Cancún. No hay excusas: a cumplir lo que quedó pendiente en Copenhague.

viernes, 12 de noviembre de 2010

La tortura según Bush

Entre los puntos que conforman la visión minimalista de los Derechos Humanos presentada por Michael Ignatieff, destaca el origen de los mismos como resultado de una serie de experiencias que universalmente provocaron indudables perdidas humanas, llevando a un consenso sobre lo que, objetivamente, no queremos volver a repetir como humanidad, más allá de cualquier ideología, religión, cultura, moral o convicción propia. Como ejemplo principal, basándose en el contexto que dio origen a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Ignatieff menciona los crímenes cometidos en la Primera y Segunda Guerra Mundial como los parámetros fundadores sobre lo que debía considerarse dañino para cualquier persona y que, por experiencia colectiva, debíamos repudiar como sociedad global. Siguiendo esta tesitura, desde una perspectiva más contemporánea, la humanidad presenció en los últimos años una etapa en la que el consenso universal volvió a unificarse ante una inminente amenaza contra los Derechos Humanos: la administración de George W. Bush.

Son conocidos ampliamente los crímenes cometidos por el primer gran tirano que llegó al poder en el Siglo XXI, cuya ortodoxia unilateral fundada en el metodismo fundamentalista le costó abandonar la presidencia con los porcentajes de popularidad más bajos en la historia de Estados Unidos. Después de un breve retiro de la vida pública, las más recientes declaraciones realizadas en su libro Decision Points resultan escandalosas y evidencian la deshumanizada doble moral del ex presidente. Intentando fallidamente recuperar su imagen ejerciendo su derecho de réplica, Bush reconoce abiertamente haber autorizado el uso de la tortura contra sospechosos de participar en los atentados del 11 de septiembre, justificando que gracias a estas prácticas pudieron avanzar en la lucha y prevención contra el terrorismo.

En su libro de memorias, Bush acepta haber aplicado, entre otras, la técnica waterboarding (denominada “submarino” en español) calificándola de “razonable” y “eficiente”, además de sostener como estéril defensa que ignoraba que violase leyes internacionales contra la tortura debido a que él no es abogado. Bajo este tipo de prácticas, el absurdo se convirtió en el adjetivo reincidente en la brutalidad durante el gobierno de Bush. No es de extrañar que, precisamente a la luz de los crímenes de soldados estadounidenses y elementos de la CIA en Irak y Afganistán, así como en la prisión de Guantánamo, se haya impulsado el interés por consolidar el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, así como del Derecho Humanitario, a través de la agenda política de varios gobiernos y de Organizaciones No Gubernamentales, desatando el repudio internacional.

Teniendo en cuenta el peligroso modelo de distopía moderna que representaba la administración de Bush, me parece alarmante que los republicanos, muchos de los cuales trabajaron de manera cercana con él, hayan ganado la mayoría parlamentaria en las recientes elecciones intermedias. Pareciera que el pueblo estadounidense se hubiese mexicanizado y ahora careciera de memoria política. Espero que las gestiones que actualmente realiza Amnistía Internacional, con el apoyo de muchos demócratas, para ejercer un proceso en contra del ex mandatario obtengan una pronta y efectiva respuesta. Sería una excelente oportunidad para Obama de demostrar que realmente se proponía a depurar su país de las injusticias perpetuadas por su predecesor.