lunes, 31 de diciembre de 2012

PRI Y EZLN: VOLVER SIN HABERSE IDO

Hace exactamente diecinueve años, México recibió el año nuevo con una noticia que habría de cambiar su rumbo: el 1 de diciembre de 1994 el EZLN se levantó en armas contra el gobierno mexicano, desmantelando el sueño primermundista en el cual la mayoría de la población mexicana sucumbió durante la presidencia de Carlos Salinas. El reclamo por los derechos más elementales y el posicionamiento de la miseria en la que vive gran parte de los pueblos indígenas – en aquél entonces una temática silenciada – fue uno de los factores que complicó el panorama para la hegemonía del PRI. 

Este 21 de diciembre, el Movimiento Zapatista reapareció a la vista pública a través de una marcha que congregó a decenas de miles de indígenas. Y lo hicieron en total silencio. No fue sino hasta el 30 de diciembre que dieron a conocer un comunicado sobre lo que serían sus siguientes pasos. ¿Por qué vuelven? ¿Por qué ahora? El comunicado pareciera dar algunas pistas: “nos hicimos presentes para hacerles saber que si ellos nunca se fueron, tampoco nosotros.” El mensaje principal pareciera estar dirigido a “Ellos”. Pero “Ellos” pareciera no incluir exclusivamente al PRI. “Los malos gobiernos de todo el espectro político, sin excepción alguna, han hecho todo lo posible por destruirnos, por comprarnos, por rendirnos. PRI, PAN, PRD, PVEM, PT, CC y el futuro partido de RN, nos han atacado militar, política, social e ideológicamente.” 

Pero el comunicado zapatista también anuncia: “Hace 19 años los sorprendimos tomando con fuego y sangre sus ciudades. Ahora lo hemos hecho de nuevo, sin armas, sin muerte, sin destrucción.” Si bien no se trata de un regreso a las armas, se advierte que los pueblos indígenas zapatistas aún no se dan por cumplidos tras los fatídicos intentos de negociación con la COCOPA. No han salido de la marginación y el olvido. Sus derechos siguen siendo asignatura pendiente para el gobierno. No vuelven realmente porque nunca se fueron. Persistieron porque la miseria nunca se fue. “Quienes apostaron a que sólo existíamos mediáticamente y que, con el cerco de mentiras y silencio, desapareceríamos, se equivocaron. Cuando no habían cámaras, micrófonos, plumas, oídos y miradas, existíamos. Cuando nos calumniaron, existíamos. Cuando nos silenciaron, existíamos. Y aquí estamos, existiendo.” 

¿La historia se repite? Lo dudo. En todo caso, la historia nos sorprende al anunciar que capítulos que creímos cerrados nunca lo estuvieron realmente. ¿Está listo el PRI del presente para reencontrarse con fantasmas de su pasado? Evidentemente el problema indígena no es monopolio de los gobiernos priístas, pero no deja de ser un verdadero mensaje esta reaparición que, al igual que la del PRI, no lo es tanto, porque nunca hubo una ausencia del todo.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

APOLOGÍA DE LO QUE UNO NO DEBIERA PERMITIRSE

Cómo quisiera bajar la mirada sin sentirme culpable. Pasarme de largo a los problemas que no son míos; no sentirme comprometido de consolar sin que me lo pidan. Sería grandioso leer el periódico sin sentir que el mundo se viene de cabeza; o mejor aún, creer que lo que se lee es lo que hay y que es como es descrito. 

Me encantaría creer que las crisis económicas son realmente de todos; que el dinero se esfuma de cualquier sitio y que a manos de nadie ha parado. Cometer un noble acto de ingenuidad y aceptar como verdad que todos somos deudores, pero que nadie es acreedor. Desearía pensar que los desaparecidos son cosa del pasado y que los que lo fueron en algo se habrán metido para serlo; cambiar de mi vocabulario “disidencia” por “conducta antisocial” y “revolución” por “terrorismo”. 

Cuánto daría por convencerme de que vamos bien y de que el país está en buenas manos; de que los pobres son los que quieren y que los que no saben es porque deciden ser ignorantes. Tragarse semejante cuento de que el progreso es la esterilidad del suelo que pisamos y que los transgénicos son lo que salvarán a la humanidad de consumir aquello que sustenta nuestra existencia. 

Sería más fácil vivir sin ver a los invisibles de esta historia: los inmigrantes viajando sobre los trenes, las madres de la Guerra Sucia, los mapuches silenciados o los buzos misquitos que no logran volver a casa. En verdad que este mundo me sería más habitable si no supiese que los gobiernos están más preocupados por detener el tráfico de drogas que el tráfico de personas. 

Sin ser pretencioso, ojalá pudiesen haber sido otras mis circunstancias y pudiese concebir a esta humanidad un poco más humana. Me sobran las ganas de ser otro, el que uno no debiera darse permiso. 

Y sin embargo, prefiero despertar a gritos que permanecer dormido durante el día. Prefiero la lucha a la celda; el ruido del galope al silencio de los establos. Prefiero contagiarme de congoja a desentenderme de mi especie. Prefiero la libertad a confundirla con una ventana. 

Adoro más el peligro de los bosques que a las seguras paredes de una fábrica. Me es más fácil morir siendo enemigo a morir siendo un traidor. Me es inevitable no leer, no gritar, no disfrutar lo poco de cordura que queda en este manicomio. Prefiero los textos al armamento y a aquellos que dan la vida por una causa en las calles, no en las fosas comunes. Creo que las estatuas son para los que se desaparecieron tras los tanques y no para los que los conducían. 

Prefiero intentar, seducirme con la idea de que puedo o que al menos debo arrojarme al incierto camino que se abre entre las mujeres y hombres que no se quedan quietos. No puedo, no sé cómo pudiera ser yo de otra forma. Yo soy un hombre común y corriente que quisiera hacer lo que es lo propio. Pero no puedo. 

Ahora, disculpen si les incomoda mi presencia, pero no puedo detenerme y sentarme a disfrutar el paisaje mientras el mundo arde y algunos anuncian “llegó el verano”.

lunes, 17 de diciembre de 2012

LA GUERRA SUCIA EN EL PRESUPUESTO DE EGRESOS

Hace ya once años atrás, la CNDH emitió la Recomendación 26/2001, la cual ordenaba al gobierno indemnizar a 275 víctimas de desaparición forzada durante la Guerra Sucia, período de represión de Estado contra la disidencia política que ocurrió en nuestro país durante los sesenta y setenta. La CNDH acreditó sólo a 275 víctimas, pero distintas fuentes coinciden en que durante la Guerra Sucia hubo entre 1,500 y 2,000 desaparecidos. De cualquier forma, el cumplimiento de esa recomendación no comenzó a operar sino hasta el año 2011 mediante la Unidad de Derechos Humanos de Gobernación. En ese año se indemnizó a veinticuatro personas, mientras que en 2012 a diecinueve. Para estos efectos, se destinó un total de apenas 30 millones de pesos en el sexenio de Felipe Calderón. 

A unos días de que sea aprobado, el actual proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el 2013 asigna únicamente 53 millones 500 mil pesos para indemnizaciones y otros gastos ordenados al Estado Mexicano por organismos nacionales e internacionales de protección a los derechos humanos mediante recomendaciones, sentencias, resoluciones y soluciones amistosas. Para dar cumplimiento a la Recomendación 26/2001, el Presupuesto de Egresos debería contemplar un mínimo de 232 millones de pesos. Es decir, aún cuando los 53 millones 500 mil pesos contemplados para responsabilidad por violaciones a derechos humanos se ocupase únicamente para esa recomendación, se requerirían cuatro años para indemnizar a todas las víctimas reconocidas en la misma. Esta semana, miembros de la Cámara de Diputados y organizaciones de derechos humanos advirtieron que, si se mantiene el ritmo de gasto de 15 millones de pesos anuales para atenderla, el Estado Mexicano podría tardar hasta 15 años en indemnizar a las 275 víctimas. 

Y, como ya mencioné, esas son sólo las desapariciones acreditadas por la CNDH en la 26/2001. Ese es el compromiso que nuestro país tiene hoy con las víctimas de la violencia maquinada y ejercida desde el mismo Estado. Ni hablar de los procesos penales para hacer justicia contra los victimarios. Bastará con decir que las víctimas sobrevivientes y los familiares de las fallecidas o desaparecidas pagan con sus impuestos la pensión presidencial de Luis Echeverría Álvarez.

domingo, 2 de diciembre de 2012

¿FUERZA PÚBLICA O REPRESIÓN DE ESTADO?

En materia penal únicamente las personas individuales pueden cometer delitos. Las colectivas no. Se podría iniciar un proceso en contra de, por ejemplo, el director o el gerente de la Empresa “X”, pero nunca en contra de la empresa en sí. Hago esta aclaración porque considero que es de suma importancia para entender cuándo estamos entre un ejercicio legítimo de la fuerza pública para mantener el orden y cuándo estamos ante un caso de represión o abuso de poder. 

Me queda claro que lanzar una bomba molotov o dañar propiedad son conductas que constituyen delitos. Eso no lo discuto. Sin embargo, el Estado no puede adjudicar responsabilidad de ningún tipo a una marcha o movimiento en su conjunto por los actos de algunos de sus miembros. Si de seis mil personas en una marcha (por dar un número cualquiera) quinientas realizan acciones que constituyen un delito sancionado por ley, las fuerzas policiales deben limitarse a perseguir aquellas quinientas o cien o veinte o una que lo haya realizado. El que la autoridad interprete la agresión de unos manifestantes como “luz verde” para perseguir y detener a cualquiera que pase en su camino es un acto de represión y constituye detenciones ilegales por no contar ni con orden de aprensión, ni haberse realizado contra personas que cometían un delito en fragancia. 

Por cierto, una vez detenidos los que sí realizaron algún delito, no deben ser torturados o golpeados sin justificación. La fuerza pública es para detener la violencia, no para generarla, por lo que debe ser proporcionada y durar sólo hasta donde sea inevitable. Cinco policías golpeando a palos a un manifestante que tenía un palo es un abuso. Se debe desarmar, detener y trasladar a la autoridad que corresponda. No más. 

No podría dar números o porcentajes de detenidos legal e ilegalmente este fin de semana. Ignoro el dato. Lo que sí puedo asegurar es que la norma de “justos pagan por pecadores” si bien será muy útil en el salón de clases para algunos profesores de primaria, aplicada al uso de la fuerza pública deriva en un acto de represión, toda vez que va en contra del objeto y fin de la misma. 

Del mismo modo, la condena mediática y social no puede ser desproporcionada. Que había gente que tomó la vía violenta para manifestarse y cometió delitos no lo pongo en duda. Pero “los manifestantes” no existen. Lo que existen son personas con nombre y apellido y así debe ser establecida la responsabilidad. A cualquier gobierno le sirve predicar lo contrario: qué mejor panorama que la estigmatización mediática de cualquier signo de disidencia o protesta pública.