domingo, 2 de mayo de 2010

“Los queremos fuera”*

La migración es un síntoma de declive universal. Donde hay altos índices de emigración generalmente hay hambre, guerra, pandemias, regimenes totalitarios o desempleo. En los principales países receptores, por su parte, la xenofobia ha ido cultivando la ilusión de que la mejor forma de defenderse de los principales problemas del mundo moderno – narcotráfico, terrorismo, pobreza - es defenderse de los otros, los inmigrantes. De ahí que medidas en países desarrollados, como prohibir la construcción de minaretes en Suiza, son señales de que el repudio a los extranjeros no se ha limitado a evitar la entrada de indocumentados, sino que ahora apuesta por fomentar el desalojo de los que actualmente forman parte de la vida social y económica de sus territorios, incluso de forma legal. Ni siquiera Francia, cuna de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, ha resistido la tentación de invitar a los inmigrantes a retirarse, principalmente a los que provienen de Medio Oriente. Aún cuando la iniciativa presentada por Sarkozy para prohibir el uso del velo islámico de las mujeres no ha sido aprobada, la policía de Nantes multó recientemente a una musulmana por conducir usando el niqab. La amenaza de la creciente xenofobia en Europa es una muestra palpable de los absurdos que ha provocado el miedo colectivo por el terrorismo.

Del otro lado del Atlántico las cosas no parecen ser diferentes. Ahora resulta que la ley recientemente promulgada en Arizona no es más que una medida racista y unilateral para evadir el diálogo y profundizar el desequilibrio de partes. Si bien Barack Obama se ha opuesto a la medida (lo cual poco le cuesta, al provenir del partido rival), no deja vaticinar lo que podría ser el inicio de una determinante política estadounidense para cerrar las puertas a toda cooperación multilateral, limitándose a imponer medidas para dejar a los incómodos vecinos del sur ahogarse en sus problemas. Los inmigrantes indocumentados han obtenido más fácilmente el carácter de criminales que el aún pendiente estatus de ciudadanos. Jan Brewer se olvida de que el 29% de la población en el estado que gobierna son latinos, de los cuales la mitad son indocumentados que forman un sector importante de la economía. ¿Acaso una reforma migratoria no sería conveniente para ambas partes?

En fin, gajes de esta mal llevada globalización.
(*) Artículo publicado en la Revista Peninsular el 30 de abril de 2010.