martes, 14 de mayo de 2013

¿DISCRIMINACIÓN A LA INVERSA?

Hace no mucho encontré en internet un comic que me encantó. En el primer cuadro aparece un niño afrodescendiente esposado a una bola de hierro. Un niño blanco aparece y comienza a subirse sobre los hombros del niño esclavo para poder llegar a un balcón que supera en altura a los dos personajes. “Es por tu propio bien”, dice el niño blanco, quien en los cuadros siguientes se monta sobre el niño esclavo, le pisa el rostro y lo aplasta, hasta que finalmente logra su objetivo de alcanzar el balcón para poder apoyar las manos y subir. Desde el balcón, el niño blanco le dice al afrodescendiente “Discúlpame por haber sido racista antes; ahora te conozco mejor”. Aliviado al oír las disculpas, el niño afrodescendiente, ahora sin esposas que lo esclavicen, le responde “Bueno, dame una mano para subir ¿podrías?”. Sin embargo, el niño blanco le contesta “¡Por supuesto que no! Eso sería racismo a la inversa. Mira, si yo llegué aquí por mí mismo ¿por qué tú no podrías?” 

Ese pequeño comic de apenas seis recuadros me pareció una forma brillante de ilustrar las dos posturas que normalmente surgen en distintas sociedades ante el debate sobre los grupos históricamente discriminados. En Sudáfrica, por ejemplo, la caída del Apartheid y la victoria de Nelson Mandela no fueron suficientes para corregir las profundas desigualdades que prevalecían de manera sistemática a nivel político y social. Los sudafricanos de color contaban formalmente con la posibilidad de acceder a las universidades, pero al ser una población excluida durante décadas que únicamente pudo acceder a escolaridad básica y de menor calidad que la de los blancos, el aparente acceso era ilusorio y no tenía una repercusión real en sus vidas. La decisión de incluir cuotas de estudiantes negros en las universidades ocasionó el grito al aire de los sectores más conservadores de la población blanca. El discurso de la discriminación a la inversa fue (y sigue siendo) utilizado como bandera contra esa y otras políticas de inclusión. 

No es lo mismo trato distinto que discriminación. Un hombre de dos metros de alto no puede acusar de discriminación a la inversa que alguien le proporcione flotadores a otro hombre de un metro con veinte centímetros de alto cuando el nivel del agua en la que ambos se encuentran llega al metro y medio. Las políticas de inclusión social pueden ser percibidas como “molestas” o “incómodas” para ciertos grupos, pero son indispensables para reparar un problema histórico y sistemático que impide que determinado grupo ejerza libremente sus derechos. Claro, debe existir un examen de proporcionalidad sobre las medidas adoptadas y tener en cuenta una gran cantidad de aspectos que sería imposible abordarlos en este breve espacio. Por el momento lo dejo con la idea del comic que le comentaba. ¿Qué grupos en México se encuentran en una situación parecida?

1 comentario:

Dany Gibal dijo...

Y eso, ¿cómo ocurre en nuestra estado?