miércoles, 17 de julio de 2013

OPTAR POR LIBERARNOS JUNTOS

La semana pasada me topé en internet con un video digno de comentarse. Quizá recuerde una película llamada Tootsie, en la cual Dustin Hoffman interpreta a un actor desempleado que finge ser mujer para poder trabajar en una serie de televisión. Bueno, el video que le comento es una entrevista reciente al doblemente ganador del Oscar en la cual explica porqué decidió actuar en ella. Los productores le habían dicho que únicamente la filmarían si él podía realmente parecer una mujer. Al momento de personificarse, dijo “perfecto, ya lograron que parezca mujer, ahora hagan que me vea como una mujer hermosa”. Sin embargo, los maquillistas le dijeron que era lo mejor que podían hacer. 

 Hoffman asegura que, en ese instante, tuvo una epifanía. Llegó a su casa y lloró. Cuando su esposa le preguntó porqué quería hacer esa película, él contestó: “porque cuando me veo en la pantalla creo que soy una mujer interesante y sé que si me viera a mí mismo en una fiesta nunca le hablaría a ese personaje porque no posee todas los requisitos físicos que nos enseñan que las mujeres deben de tener”. En ese instante, a pesar del nudo en la garganta, Hoffman continúa explicando: “Y yo sé que hay muchas mujeres que no he tenido la experiencia de conocer en esta vida porque me han lavado el cerebro y… (se interrumpe a sí mismo con lágrimas en los ojos) Nunca fue (la película) una comedia para mí”. Comparto el mismo historial de estupidez que Hoffman lamenta. 

Pero el tema va más allá de los estereotipos de belleza. Hemos sido educados bajo ciertas ideas preconcebidas acerca de lo que debe ser un hombre y una mujer. Con base en ellas se nos mide a todos, se determina el éxito o fracaso de nuestras personas y se define nuestra “normalidad”: separan al hombre “exitoso” del “perdedor”, a la mujer “ideal” de la ignorada. Las reglas de género se han impuesto ante lo que uno es naturalmente e, incluso, han amenazado su existencia. ¿Qué necesidad de cumplir con normas externas que limitan cada individualidad? Los roles que la perspectiva patriarcal ha impuesto históricamente han sido dañinos tanto para mujeres como para hombres. Deberíamos optar por liberarnos de ellos. Pero nada de libertades condicionales: debemos construir nuevas masculinidades que no se esfuercen por serlo. Debemos ser, punto. No hay más, no hay “peros”. Que nadie llegue a este mundo con deudas sociales que deberá saldar a costa de sí mismo. Nada de “machitos”, ni “barbies”. Diversos y únicos cada quién, como debió ser desde un principio. 

Quizá nos han vendido bastante bien la idea de que nuestras especificidades amenazan los ideales sociales que no nos damos cuenta que es precisamente al revés. Se trata de liberarnos a nosotros mismos, no como hombres o mujeres, sino como seres humanos. Liberémonos juntos, sin importarnos quién es qué y cómo es aquello.

No hay comentarios: