lunes, 26 de marzo de 2012

A TRAVÉS DE LOS OJOS

No pasó mucho tiempo para que Othman Al Beshr y yo nos hiciéramos buenos amigos durante una estadía en el extranjero. El cruce de nuestros caminos se dio al momento en que la historia, cultura y política de Medio Oriente había despertado un gran interés para mí. Othman y yo, junto con otros tres amigos más de Arabia Saudita, solíamos pasar gran parte del tiempo juntos. Hablábamos de todo un poco y comparábamos cómo era la vida, cultura, gastronomía y política en nuestros países. El único tema que me resistí a poner sobre la mesa fue el conflicto árabe-israelí. No sabía cómo abordarlo o si debía hacerlo. Opté por contener mi curiosidad con la esperanza de que, tarde o temprano, esa conversación llegaría de forma natural. Así ocurrió.

Un día nos encontrábamos platicando a la salida del metro, cuando un judío – por la vestimenta religiosa que usaba era evidente que lo era – se detuvo ante a nosotros. Othman dejó de hablar por un segundo al advertir que, debido al estrecho pasillo de las escaleras y el gran flujo de personas, él y el rabino tuvieron que permanecer frente a frente. Estaban a tan sólo unos cuantos centímetros de distancia, a la espera de que el sube y baja humano les permitiese separarse y retomar sus caminos. Fue tan sólo unos segundos, pero en aquella imagen se evidenciaba la incomodidad de ambos personajes obligados a mirarse fijamente. Una vez fuera de la estación, Othman me contó el incidente. Yo fingía no haberme percatado del casi metafórico cuadro que acababa de presenciar. Días después, me enteraría de que Othman tenía familiares en Palestina que habían tenido que trasladarse al Líbano y Arabia Saudita por temor a los ataques del ejército israelí.

El conflicto entre judíos y musulmanes es sumamente complejo. Los palestinos son el mayor grupo de refugiados en la actualidad y se calcula que más de cuatro millones han abandonado sus hogares debido al proceso de colonización israelí. Tan sólo en la guerra de 1948, cerca de cuatrocientos pueblos palestinos fueron destruidos, siendo reemplazados de forma ilegal por asentamientos israelíes. Por otro lado, el muro levantado en la frontera con Cisjordania no respeta los límites provisionalmente establecidos, sino que se extiende a más de veinticinco kilómetros fuera de Israel, cortando la comunicación entre aldeas y ciudades palestinas. Por si fuera poco, este lunes, en un acto enérgico, Israel rompió relaciones con el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, después de que éste aprobase la creación de una comisión para investigar el impacto de las colonias judías en territorio palestino.

No quisiera adoptar como posición la condena contra un país a partir de la idealización del otro. Los asentamientos ilegales resultan igualmente peligrosos para ambos pueblos. La agenda política está canalizando la tensión social hacia sus propios objetivos. El uso de la religión y el sentimiento nacionalista por parte de los dos gobiernos para sustentar el conflicto – y con éste sus intereses – ha postergando una posible resolución al resentimiento histórico: ese que únicamente podrá darse cuando ambos pueblos decidan ponerse uno frente al otro, ya no obligados por la marea humana del metro, sino por el deseo de mirarse a los ojos y reencontrarse.

No hay comentarios: