jueves, 4 de febrero de 2010

Filias y fobias

A veces tengo la mala costumbre de interrumpir la lectura de algún libro que, en su momento, no llamaba suficientemente mi atención, para iniciar algún otro que sí lo haya logrado. Posteriormente, siempre vuelvo a retomarlo para no dejar inconclusa una lectura. Sucede también que, en ocasiones, pasan los meses sin saldarse aquellas asignaturas pendientes que dejé con el separador entre páginas, esperándome pacientemente en mi escritorio.

Hace unos días me di cuenta que había vuelto a sucederme con un libro que suspendí desde mediados de noviembre. Como me encontraba a punto de iniciar uno nuevo, decidí emprender el difícil, pero sano ejercicio de leer ambos libros simultáneamente, dedicándoles en un principio hora y media a cada uno. Sin preverlo, había elegido dos libros sumamente contrastantes, debido a su contenido ideológico, a pesar de abordar temáticas semejantes. Se trataba de Sables y utopías, del derechista Mario Vargas Llosa, y de Las venas abiertas de América Latina, del izquierdista Eduardo Galeano.

Para muchos lectores asiduos, mi selección podría parecerles mediocre o populachera, pero a partir del resaltante cambio de lenguaje, posición política y tono de voz en cada hora y media, pude disfrutar de una de las mayores virtudes, no sólo de la literatura, sino del arte de expresar nuestras ideas por cualquier medio: la diversidad.

Tanto el libro del periodista uruguayo como el del ensayista peruano giran en torno a un mismo actor principal, que es la mal denominada América Latina (quedo en deuda con el lector para tratar en un futuro - espero no muy lejano - los motivos de mi disyuntiva contra ese término). Si bien, la distancia cronológica hace parecer inútil cualquier tipo de comparación entre ambas obras (Las venas abiertas fue publicado en 1971, mientras que Sables y utopías es del 2009), la inmortalidad de los distintos problemas en la región convirtieron mi lectura en una especie de debate, en el cual cada expositor tenía una hora y media para convencerme de sentenciar a la izquierda o la derecha - según el caso - como la culpable de nuestra tortuosa historia política y social contemporánea.

Me parece ridículo casarse con una ideología en particular para tratar de explicar y entender la situación que se vive en el continente. Todo tipo de maniqueísmos (en especial izquierda-derecha y liberal-conservador) me parecen absurdos e incluso anacrónicos para tratar analizar un mundo tan dinámico y complejo donde el diálogo objetivo y la pluralidad de ideas deben ser la respuesta al caos social, político y económico. Resulta estéril simplificar la realidad en una simple lucha entre el bien y el mal, donde la izquierda y la derecha más radicales utilizan el discurso para adjudicarse mutuamente determinadas filias y fobias, no dejando espacio para distintas cromáticas del pensamiento.

No me atrevería a decir que soy de izquierda o de derecha. Simplemente tengo ideas, puntos de vista, que otros se encargarán de clasificar y tratarán de ubicarme en algunos de los dos bandos; pero yo no intento enlistarme en ninguna de las dos milicias. Sería entregarme a una serie de posturas -por no decir dogmas- tratando de acoplar la realidad a los argumentos de determinada ideología, cuando debería ser al revés. Será porque considero que el equilibrio es una de las principales fuerzas del universo que considero una apología del caos el tratar de polarizar al mundo con dos posiciones antagónicas, de las cuales sólo se puede creer y defender una al mismo tiempo.

Autodeterminarse de forma total e incuestionable de “izquierda” o de “derecha” representa la construcción de obstáculos mentales para el desarrollo de nuestro pensamiento, jugando con la posibilidad de volvernos objetos inamovibles para el debate, concentrados más en convencer que en aprender, impidiéndonos el enriquecedor ejercicio de la diversidad de ideas.

Tanto la izquierda como la derecha han representado avances y catástrofes en el continente. Por eso leo a Galeano y a Vargas Llosa por igual, porque ninguno tiene la razón absoluta. Uno puede ir escuchando ambas posiciones e ir construyendo su propio criterio en base a los puntos de vista más cercanos a la realidad. Lástima que en nuestros días el equilibrio a través de la diversidad de ideas sea tan difícil de alcanzar por los prejuicios. De eso ninguno de nosotros estamos limpios, pero es una tarea que podemos ejercitar día a día durante el diálogo y el debate, buscando ir abriéndonos más para no confundir las cosas: las hipótesis dimanan del planteamiento del problema y no viceversa.

Que Galeano y Vargas Llosa continúen discutiendo sobre el “logro indigenista” o el “espejismo romántico” que significa la llegada de Evo Morales al poder; yo, por mi parte, disfruto no tener que darle la razón absoluta a ninguno de los dos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque concuerdo contigo en lo esencial, tampoco creo que lo importante sea siempre buscar un "justo medio" o un "punto de equilibrio" entre ambas posturas políticas, ya que pueden prevalecer en la verdad las ideas que plantea una sobre la otra. Lo importante es no aceptar las cosas solamente por de dónde o de quién vienen, sino se debe analizar cada idea o propuesta por lo que intrínsecamente vale.
Por otro lado, creo que el problema que planteas con "casarse" con una postura, se da también, por ejemplo, al adoptar una religión (en todos sus términos, como se supone que debe aceptarse una religión), ya que en ese momento subordinamos el pensamiento y la razón, y como dices a lo que "debemos creer" porque "así es" y porque así nos "ha sido revelado". Hay que tener ojo crítico para todo, no aceptemos nada "por que sí", ni en la política, ni en la religión, ni en ninguna otra parte de nuestra vida.
JECL

Ricardo Lòpez M dijo...

He pensado muchas veces que no soy objetivo o que me cierro a las ideas con las que no estoy de acuerdo. Mis conclusiones hasta ahora " temporales" ( porque sigo en el proceso de construccion) son que me enamoro ( no cazo ) con la propuesta de alguien que quiere dignificar a la persona humana sea cual sea. Las dos partes se pueden jactar de que luchan por realizar esa tarea, pero hay una que tiene mas prisa y fuerza en el corazon y no se anda por las ramas. Esta me ha guiñado el ojo y yo se que a ti tambien. Ha este mundo le URGE algo que lo mueva, no solo temblores. Un abrazo Hermano.

Mario A. Carrillo R.-Valenzuela dijo...

Yo creo que hay que definirse, pero esto no implica que no pueda uno retractarse o progresar. La cuestión no es si la IZQUIERDA y la DERECHA son eso I y D, sino CÓMO ENTIENDES TÚ la IZQUIERDA Y LA DERECHA. Yo me digo de izquierdas, sin embargo no estoy de acuerdo con otros de "mi bando", porque no hay bandos. Izquierda y Derecha son conceptos que surgen luego de la Rev. Francesa y sólo era para designar a los que se sentaban de un lado o de otro (en ese tiempo conservadores y liberales) pero eso es obsoleto.

salud!