miércoles, 2 de octubre de 2013

GUERRA SUCIA NO SE OLVIDA

La matanza de Tlatelolco ha llegado a generar una especie de ruido histórico que, paradójicamente, alimenta algunos de los silencios y olvidos más arraigados. El 2 de octubre, en lugar de ser una posibilidad para reflexionar acerca del pasado, ha sido utilizada por algunos para negar el reencuentro real con la historia. El mito de Tlatelolco como un incidente aislado y azaroso - casi un capricho divino como el diluvio universal o la destrucción de Sodoma – ha sido uno de los discursos más exitosos para institucionalizar el olvido. 

Una gran parte de la población que tiene conocimiento de la masacre de 1968, ignora por completo qué fue la Guerra Sucia que flageló nuestro país durante los 60’s, 70’s y principios de los 80’s. Aquella política de Estado, impulsada por la CIA con los mismos objetivos y prácticas de la Operación Cóndor en Sudamérica, se ha vuelto un pasaje abandonado en los anales más recónditos de la historia. Bastará decir que ese período no es incluido por la SEP en sus planes de estudio obligatorios, generando un salto descarado desde la expropiación petrolera hasta el Tratado de Libre Comercio. Algo que poco se recuerda es que Vicente Fox, durante su campaña, incluyó entre sus propuestas la creación de una Comisión de la Verdad para investigar y posteriormente sancionar los crímenes de la Guerra Sucia. Ya en Los Pinos, optó por crear en su lugar una fiscalía especializada, cuyo nombre kilométrico era resumido bajo las siglas “FEMOSPP”. Esta dependencia inició fallidos intentos (de los cuales pondría en duda su intención de éxito) para sancionar penalmente a personajes como Luis Echeverría Álvarez y Nazar Haro. Nadie fue sentenciado y la FEMOSPP únicamente dio como fruto un pésimo informe que no tuvo la participación de las víctimas y que, como usted advertirá, no fue difundido. 

Para 2006, como parte de los acuerdos entre el PRI y el incipiente gobierno de Felipe Calderón, éste, como una de sus primeras acciones de gobierno, ordenó cerrar la FEMOSPP para evitar que muchos priístas de antaño y militares pudieran ser procesados y exhibidos por su participación en el terrorismo de Estado. Nadie se enteró, ni fue anunciado por la prensa: fue un presente silenciado como producto de una memoria aún no reivindicada. 

Tlatelolco fue quizá el evento masivo más representativo de Guerra Sucia, pero para nada el único. Este período está compuesto por miles de historias más, de las cuales se desprenden los más de 1,500 casos de desaparecidos aún sin resolverse. Hace falta recuperar la memoria de la Guerra Sucia para poder hablar de una recuperación de Tlatelolco. A los perpetuadores les conviene hablar de una masacre casi “accidental” que de una política sistemática de exterminio hacia aquellos que se atreven a pensar diferente. ¿Qué esperanza tienen las víctimas del narcotráfico si la sociedad mexicana ha olvidado a las víctimas de la Guerra Sucia? Todas y todos somos responsables de saldar estas cuentas.

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