martes, 12 de mayo de 2009

El monstruo y Pablo

Se había cumplido un año desde que Pablo pasó su primera noche de insomnio. Nunca lo había visto en persona, pero estaba seguro de que el monstruo se ocultaba en algún lugar del segundo piso de la casa. Aunque normalmente los ruidos lo obligaban a resguardarse debajo de las sabanas, esta vez el miedo era acompañado por un hastío insoportable. Aún a los siete años, la paciencia suele tener sus límites.

Después de meditarlo por un rato, decidió que debía defender su derecho a dormir y confrontar aquel escandaloso intruso, aunque eso requiriera una sobredosis de valor que a su edad rara vez se consigue. Armado de un bate de béisbol y de su incertidumbre, la pequeña silueta se movía silenciosamente a lo largo del oscuro sueño de la casa, tratando de identificar de dónde provenían los sonidos de la criatura.

Por fin, descubrió el escondite del molesto inquilino: el cuarto de sus padres. Comprendiendo que ahora debía ser el defensor, no solo de sus sueños, sino también de su familia, Pablo trató de aferrarse al poco valor que le quedaba y decidió afrontar las consecuencias: abrió la puerta para enfrentar al monstruo. A oscuras, distinguió una extraña forma que se retorcía de un lado a otro de la cama. Parecían ser dos voces diferentes las que conformaban el rugido de la bestia. La luz del cuarto se prendió repentinamente al advertir que alguien había entrado a la habitación. Los papás de Pablo rápidamente se separaron, hundidos entre el espanto y la vergüenza, tratando de ocultarse bajo las sabanas. Balbucearon, pero no lograron emitir ninguna frase contundente. El hijo cerró la puerta y se dirigió a su cuarto.

La noche terminó en decepción para Pablo, ya que no logró recuperar el sueño. Sin embargo, tenía ahora al menos una razón para sentirse más tranquilo: el monstruo seguramente saldría ahuyentado de la casa el día que entrase al cuarto de sus papás.

2 comentarios:

Yoyirs87 dijo...

verdesssss jajajjajja

Unknown dijo...

:) sigue Calicho... es una maravilla poder despertar una sonrisa en el mundo.