Usted, lectora o lector, tiene derechos humanos. Ni las autoridades, ni los particulares pueden transgredir esos derechos. Usted y yo pagamos impuestos y nos sometemos a la autoridad bajo el supuesto de que a través de la estructura estatal serán respetados, protegidos, garantizados y cumplidos, cuando menos, nuestros derechos humanos. Quizá antes no lo concebíamos así debido al tropicalismo jurídico mexicano que los denominaba “garantías individuales”, pero da igual: las luchas sociales a lo largo de nuestra historia tuvieron entre sus objetivos los derechos humanos, aunque quienes luchaban por ellos no los llamaban así.
En 2011 se modificó el artículo 1 de la Constitución Federal para establecer el carácter constitucional de los derechos humanos reconocidos en el texto constitucional (es decir, los que son formalmente constitucionales) y en los tratados internacionales (los que son materialmente constitucionales). Con esta reforma, México se subió tarde y en el último vagón al tren del constitucionalismo moderno. Los jueces ya no deben preocuparse por analizar si una norma es de “jerarquía superior” a otra para saber cuál aplicar, sino que, en materia de derechos humanos, prevalece aquella que reconoce de manera más amplia el derecho. Eso es lo que seguramente habrá escuchado llamar Principio Pro Persona. Se habla de un bloque constitucional en el cual Constitución y tratados de derechos humanos son complementarios y forman parte de un todo armónico, cuya ponderación de derechos dependerá de cada caso. En teoría, la pirámide de Kelsen pasó al museo de antigüedades junto a la generación espontánea y la teoría geocéntrica. En teoría.
Ahora, la Suprema Corte de Justicia de la Nación está en medio de una discusión trascendental. Como si no se hubiese hecho reforma alguna al artículo 1° constitucional, ahora los ministros discuten si se debe o no exorcizar al sistema jurídico mexicano del fantasma de Kelsen. Los Ministros Arturo Zaldívar, José Ramón Cossío Díaz y Olga Sánchez Cordero dicen que sí. Por su parte, los Ministros Luis María Aguilar Morales, Jorge Mario Pardo Rebolledo y Alberto Pérez Dayán prefieren continuar con la necromancia. ¿Ha visto "Goodbye, Lenin!"? Si sí, cambie "Lenin" por "Kelsen" y tienen el estado actual de algunos ministros. Se trata de una discusión respecto de la amplitud con la que se reconocerán nuestros derechos. Tendrá repercusión en nuestras vidas a la hora de promover un amparo o un juicio ordinario o a la hora de enfrentarse a cualquier tipo de acto de autoridad, por dar ejemplos. Y sin embargo casi no se habla del asunto, al menos no lo suficiente. Como si fuera un aspecto menor que sólo debe importarle a abogadas y abogados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario