lunes, 27 de enero de 2014

CONTROL CONSTITUCIONAL EN YUCATÁN

Una constitución que no puede hacerse valer es únicamente retórica. Es por eso que, como (tristemente) no muchos saben, en el año 2012 fue creado el Tribunal Constitucional del Estado de Yucatán. Contemplar un procedimiento para exigir el cumplimiento de la Constitución Estatal fue, no sólo un paso acertado, sino lógico. Implicó asumir el reto de transformarla de un tótem legislativo a un verdadero instrumento vivo y activo que garantice un Estado social de derechos. Sin embargo, este valioso esfuerzo fue también tímido. De las cinco acciones legales contempladas en la ley para hacer valer la Constitución de Yucatán, sólo una puede ser ejercida por las y los ciudadanos comunes y corrientes. Esta única “concesión” (habría que entenderla así) es la acción contra omisión legislativa o normativa. ¿Para qué sirve? Cuando el Congreso del Estado o el Gobierno del mismo o los ayuntamientos omiten emitir una disposición (ley, norma o reglamento, según el caso) a la que están obligados conforme a la Constitución, tenemos la “concesión” de interponer la acción contra omisión legislativa o normativa para que el Tribunal Constitucional de Yucatán (compuesto por los mismos Magistrados del Tribunal Superior de Justicia del Estado) les ordene satisfacer dicha ausencia. 

En noviembre del año pasado, el Equipo Indignación interpuso la primera acción por omisión legislativa en la historia de Yucatán. En su escrito, esta ONG demandó al Congreso del Estado por no tipificar el feminicidio como delito grave (actualmente, robar ganado o un vehículo de motor sí son delitos clasificados como graves). Pero más allá del fondo de la demanda, resulta un momento decisivo para este recién estrenado Tribunal Constitucional de Yucatán. El Pleno tiene en sus manos la posibilidad de determinar la procedencia y alcance de este tipo de acciones. A través de la futura sentencia, esta “concesión” podría dejar de serlo y convertirse en un verdadero mecanismo de transformación judicial para garantizar los derechos en el Estado. No se trata de un tema menor. La actividad de los jueces constitucionales debe estar encaminada al ejercicio y garantía de los derechos en cada una de las labores institucionales, sirviendo como actor de desbloqueo. Ojalá sea una oportunidad para que Yucatán decida por fin subirse en el último vagón del llamado “neoconstitucionalismo”. 

Colofón: Si bien en el pasado he cometido el mismo error, propongo cualquier abstención de usar el término “colombianización de México”, como si fuese algo peyorativo. En todo caso, los mexicanos tenemos mucho que imitar de un país como Colombia, sobre todo en el nivel de discusión sobre la agenda pública. La escalada de violencia vivida en ese país en el pasado cercano podrá servirnos para tomar algunas experiencias, pero al final del día es otra cosa distinta a lo que actualmente vivimos. A pesar de lo tentadoras y a veces inevitables que puedan ser las comparaciones.

lunes, 6 de enero de 2014

CIUDAD DE LOS NADIE

No me canso de hacer referencia a un texto muy famoso de Eduardo Galeano titulado “Los nadie”. Me tomo la licencia de transcribir su fragmento final: “Los nadie (…) Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.” 

Resulta pertinente retomar las palabras de este escritor uruguayo a unos días de haberse cumplido 471 años de la destrucción de la ciudad maya de Ichkansihó (T'hó), sobre la cual se construyó la actual Mérida de Yucatán. Con el tiempo, sería llamada por antonomasia "Ciudad Blanca", no por el traje típico de sus habitantes (como enseñan en las escuelas), sino porque llegó a prohibirse la entrada a los mayas. Se trató de un verdadero apartheid indígena, hoy difuminado de la historia oficial. Era una ciudad de y para blancos. Francisco de Montejo (a diferencia de Hernán Cortés) es un símbolo de orgullo para muchos yucatecos, por "fundar" una ciudad donde antes no había “nada”, porque sólo estaba habitado por "los nadie". 

Algunas personas pensarán que con estas palabras estoy desempolvando un discurso estéril y retrograda del baúl indigenista de la Guerra Fría. Algunos otros dirán que hay que entender el contexto histórico de Francisco de Montejo, por lo que no es posible juzgar a años de distancia. Otros, incluso, dirán que “ya fue”, que ya no tiene caso. La realidad es que no sólo es posible juzgar a los personajes históricos, sino que debemos hacerlo. Por supuesto, no se trata de un juicio divino: confrontarse con los personajes que han hecho nuestra historia es, en sí, confrontarnos con nosotros mismos acerca de lo que hemos sido y queremos para el futuro. Lo contrario sería como minimizar el holocausto judío atendiendo al contexto de Hitler (el Tratado de Versalles, la Europa entre guerras, la crisis económica, entre otros etcéteras). La fundación de Mérida fue el inicio de una política de exterminio materializada en lo que hoy día sería catalogado como un genocidio cultural (recordar el Auto de fe de Maní) y un apartheid, como ya he mencionado. 

Más aún, el análisis del pasado obliga a una reflexión sobre el presente. Es ilusorio asegurar que se trata de un tema superado teniendo en frente una ciudad estridentemente polarizada. Mientras el noreste del plano urbano se vanagloria del “progreso” y crecimiento (materializado en la inédita sombra de edificios de departamentos y comercios que germinan de un día para otro), el extremo opuesto de la ciudad sigue siendo de los nadie. Aquellos que no disfrutan de los mismos servicios, ni en las mismas condiciones. Aquellos que no son Mérida, sino una especie de pasado estratégicamente oculto bajo la cama. Aquellos que viven en zonas de “chacas”, de “indios”, por lo que no representan lo que “verdaderamente” es la esplendorosa Ciudad de las Buenas Costumbres. Por supuesto que no estamos lejos del paradigma impuesto por los Montejo: nos encontramos ante su máxima expresión.