Falta que el Senado uruguayo dé la última palabra, pero todo indica que el proyecto de ley de regulación de venta de cannabis será aprobado. No sólo pasaría a ser el primer país latinoamericano en aprobarla, sino también sería el primero del mundo en instaurar su mercado bajo total control del Estado. La región entera apunta a Montevideo en espera del desenlace de este primer experimento.
Como Usted bien sabe, en los últimos años, desde Tijuana a Ushuaia se ha generado una discusión cada vez más insistente sobre el tema como medida para contrarrestar los efectos del crimen organizado. La discusión para nada es nueva, pero a ella se han sumado políticos y ex presidentes de distintos países, lo cual sí es una novedad. Por supuesto que no tomo de referencia a Vicente Fox, cuyo papel en la discusión me ha parecido vergonzoso y oportunista. En fin: es Fox. Tampoco es que esperaba más de él. Mayor seriedad nos merecen las intervenciones de Fernando Henrique Cardoso (Brasil), César Gaviria (Colombia), Tavaré Vázquez (Uruguay) y Ernesto Zedillo (México), quienes son algunos de los ex mandatarios que apuestan por la legalización al unísono de los actuales gobiernos como el de Otto Pérez Molina (Guatemala), Juan Manuel Santos (Colombia) y, por supuesto, José Mujica (Uruguay).
Mujica tiene motivos para ser optimista. En 2006, su país inició una serie de regulaciones a la venta del tabaco que lograron disminuir su consumo de manera sorprendente. En 2006, el 32% de los uruguayos fumaba. Para 2011, la cifra había disminuido al 25%. Durante ese mismo periodo, el porcentaje de muertes por tabaco se desplomaron. La lógica Mujica prevé que, en teoría, adoptar medidas similares para el consumo de cannabis pudiera ser incluso más fácil, teniendo en cuenta que el grado de adicción del tabaco es mucho mayor.
Sin embargo, Uruguay no es una isla y no lo digo atendiendo a su geografía. Habrá que analizar los efectos que traerá en la región la aprobación de la marihuana en su territorio. Me parece que, en todo caso, es imposible en pensar que medidas unilaterales puedan ser efectivas si no son correspondidas por los demás países. Legalizar no será, por sí sola, la medida que acabe con el narcotráfico porque cualquier medida contemplable requiere de otras que la complementen. Mientras siga habiendo tráfico ilegal de armas desde Estados Unidos hacia México y Centroamérica, el problema persistirá. Mientras el lavado de dinero siga realizándose con aquiescencia de las autoridades en países como Panamá, el problema persistirá. Por mencionar tan sólo algunos puntos.
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