En un país flagelado por corrupción, pobreza, mala administración y concentración de poder - entre tantos otros lamentos - es fácil justificar cualquier reforma en, precisamente, la corrupción, la pobreza, la mala administración y la concentración de poder. Dicen algunos que ya no estamos en la época de los caudillos, sino de las instituciones. Más bien diría que estamos en una época de caudillización institucional: cualquier proyecto, cualquier reforma, cualquier política requiere únicamente del discurso salvador para que sea bien vista, sin importar las implicaciones de fondo. No sé qué opine usted.
Entre tantas reformas y contra-reformas, se presenta ahora el proyecto de un Instituto Nacional Electoral. Esta propuesta daría lugar al cierre del Ipepac y demás institutos estatales para dar origen a un único organismo electoral que, desde el centro del país, dirigiría los procesos electorales de todo México. No es que las instituciones estatales en esta materia sean actualmente lo que la sociedad quisiera o necesita, pero, lejos de motivarse en los retos que debe enfrentar el país en materia electoral, se trata de un intento más para pasar de un estado federal a uno unitario.
Acuérdese de la propuesta de Calderón para dejar de llamarnos oficialmente Estados Unidos Mexicanos, la propuesta de Peña Nieto de crear un mando de policía único y el proyecto de un Código de Procedimientos Penales único. Existe actualmente un interés por centralizar al país. Por supuesto que no van a proponer abiertamente un cambio de régimen constitucional, sino que lo dosificarán para que se constituya paulatina y discretamente. Nuestro sistema federal, cuando menos nos demos cuenta, podría parecerse mucho a un café descafeinado o una cerveza sin alcohol.
De ninguna manera expreso lo anterior con un ánimo de barbachanismo trasnochado. Simplemente considero que el sistema federal en el país no sólo debe ser protegido, sino reivindicado. Siendo el decimoprimer país más poblado del mundo, el decimocuarto más grande en territorio y el segundo con mayor diversidad étnica, reconocer la variedad y disimilitud histórica, política y social de cada región es indispensable. Por algo la dicotomía entre centralismo –federalismo ha tenido un carácter protagónico en el desarrollo político de nuestro país desde su independencia.
Que los organismos electorales de los estados son perfectibles, no me queda menor duda. No obstante, la solución debiera ser otra. La situación de cada instituto electoral estatal debe atender a los procesos internos de cada entidad. Eso incluye la facultad soberana de errar. Lo digo porque me parece sumamente riesgoso considerar la posibilidad de un tutelaje por parte del gobierno federal, argumentando errores o perfectibilidades en aquellas funciones que, constitucionalmente, corresponde únicamente a los estados.
1 comentario:
Hola, me gustaría incluir este artículo en una monografía sobre federalismo mencionandote y dando fuente el diario de Yucatán, pero no ubico la publicación en la web del diario, me podés ayudar a encontrarla?
Muchas gracias!
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