jueves, 26 de diciembre de 2013

A 20 AÑOS DEL EZLN

El Diario Reforma publicó esta semana un encabezado bastante provocativo en vísperas de los veinte años del levantamiento zapatista en Chiapas: “Nada mejoró para indígenas con el EZLN”. Bajo este título, Emily Corona señala que las condiciones de vida de los pueblos originarios en el país “no tienen una mejora sustancial”. Nada tengo que oponer al hecho de las naciones indígenas en el país son las más pobres de las pobres. Son “Los Nadie” descritos por Eduardo Galeano. Son a los que el resto de la población ve como sombras de un pasado vergonzoso que debió ser superado y cuya presencia en este presente es una amenaza para el desarrollo. Sí, son los últimos, lo que nunca y los que no pueden. Sin embargo, quizá el título elegido por Corona merece algunos comentarios urgentes para evitar confundirnos. 

Resulta muy fácil criticar a cualquier movimiento por no haber traído el reino de los cielos a la tierra. Bajo esta óptica todo es estéril e inútil. Y ese es el argumento principal de quienes no creen en los procesos. El objetivo inmediato de cada movimiento debe ser el desbloqueo social, político, institucional y legal. Deshacer aquellos obstáculos que impiden abordar determinadas temáticas. Se trata de iniciar procesos para transformar la realidad paso a paso, como son todos los verdaderos grandes cambios. Sí, dan ganas de que el ahora sea ya, pero hay que creer en los procesos y retomar los pasos iniciados por otros para seguir avanzando. 

Quizá la periodista del Reforma olvida que antes del 1 de enero de 1994 los indígenas en el país eran más invisibles de lo que ahora son. El espejismo de un país tocando las puertas del primer mundo a partir de la firma del TLC no fue desmantelado sino hasta la llegada (pública) del EZLN. El México que se creía cuasi potencia descubrió que millones de indígenas vivían en condiciones infrahumanas y que de atender sus carencias dependía nuestro futuro. Nos hicieron ver que estaban ahí en las selvas, en los pueblos y en las ciudades. Que no eran piezas de museo o souvenir turístico. Que eran naciones enteras con sus propios idiomas y culturas. Que estaban hartos. Que era imposible un México sin ellos. 

El camino es aún largo. Y sí: los indígenas de nuestro país llevan cinco siglos de ser invisibles. Pero el movimiento zapatista abrió la brecha para una nueva etapa en este proceso. Desde la atención internacional al tema hasta las escuálidas e insuficientes reformas constitucionales en materia indígena. Por poco o mucho, pero el escenario es ahora distinto. Falta descubrir y planificar los siguientes pasos para construir una verdadera federación plurinacional. 

Colofón: ¿Que qué hacen los zapatistas ahora? Vivir. Sobrevivir. Decidieron no seguir esperando lo que el gobierno no otorga. Los caracoles zapatistas han mejorado los niveles de alfabetismo y salud de su población desde hace años. No están en la gloria, pero sí mejor a como estaban cuando sólo esperaban. El poder de la voluntad y organización es la mayor arma para salir adelante cuando el Estado no abarca su propio territorio.

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